Hoy han bajado las temperaturas gracias a un ventarrón repentino a media noche, parece que los del tiempo no nos engañan cuando dicen que asoma el otoño.
Y pensando en el menú del día, para variar, se nos ha ido la
“olla”, nunca mejor dicho, para dejar a un lado las ensaladas y platos frescos
y decidirnos por algo que ya deja entrever el cambio de estación: unas patatas
a la riojana.
Las que cocinó mi amiga Mariasun, en Ortigosa de Cameros (La
Rioja), me parecieron excelentes y, lo que más llamó mi atención fue la rapidez
con que las preparó en la cocina económica antigua que había en la casona donde
vivía con su familia y, donde estuvimos
en contadas ocasiones a pasar unos días.
Sus patatas con chorizo van
asociadas a gratos recuerdos de aquellos
tiempos: buen vino, buenas comidas, paseos deliciosos, excursiones, visitas a
los amigos de los pueblecitos vecinos, Torrecilla, Villoslada, El Rasillo,
Villanueva, Pradillo etc, y, sobre todo, buenas compañías con interminables
tertulias, partidas de risk, parchís, mientras bajaba el termómetro en la
calle a -13º o -15º, viendo arder los enormes leños de pino de los preciosos
bosques de la sierras de Cameros.
Pero, retomando lo que nos ocupa, nuestra receta, es un plato sencillo, por su fácil
elaboración y por los ingredientes que están en casi todas las cocinas de
nuestro país. Básicamente es un guiso a base de patatas, chorizo y un sofrito
que, según zonas, va variando en su contenido pero que suele llevar ajos secos,
aceite, laurel y pimientos choriceros, muy típicos de La Rioja.
Es una preparación humilde, casi de subsistencia. Nos comenta Mariasun que en La Rioja, las patatas se cosechan tarde, y, además, al ser una tierra de monte, no abundan los productos de huerta, pero las patatas se conservan muy bien durante tiempo, al igual que los pimientos secos y los ajos.
Es una preparación humilde, casi de subsistencia. Nos comenta Mariasun que en La Rioja, las patatas se cosechan tarde, y, además, al ser una tierra de monte, no abundan los productos de huerta, pero las patatas se conservan muy bien durante tiempo, al igual que los pimientos secos y los ajos.
En algunos casos se le añade pimentón, dulce o picante, y así poder prescindir del chorizo en casos de problemas con las grasas resultando el plato igual de sabroso pero
hoy entre los choriceros y el chorizo curado ha sido más que suficiente para
dar al plato color y “calor”. Un pequeño truco que nos apunta es la adición de un poco de puerro cortado en juliana bien fino en el sofrito, lo cual le da un toque muy agradable mejorando el sabor.
En la receta hemos utilizado: 4-5 patatas hermosas, chorizo seco de guisar ( un par de trozos por cabeza ), 2 pimientos choriceros, 6 dientes de ajo, 2 hojas de laurel
fresco, 2 cucharadas de tomate frito, una copita de vino blanco y agua, aunque
se puede emplear un fondo claro, de verduras o de pollo.
Preparación:
Poner los choriceros en agua caliente para hidratar, en olla,
3-4 cucharadas de aceite de oliva, los trozos de chorizo de 1 cm, los ajos sin
pelar, con un golpe, las hojas de laurel; sofreír unos minutos, añadir las
patatas peladas y lascadas (para que suelten el almidón), rehogar unos minutos
y añadir los choriceros en juliana (los hemos usado con piel pero se puede sacar solo la pulpa), añadir la copa
de vino blanco para desgrasar y cubrir de agua o caldo, hemos usado el agua de hidratar los pimientos secos. En olla rápida cocer unos 10 minutos, en cacerola entre 20-30 minutos.
Deliciosa receta para días de frio, con un buen tinto de
Rioja, escuchando la lluvia o el viento, al calor de un buen fuego, con buena compañía.
Gracias, Marisun, por
tu receta y, sobre todo, por haber compartido aquellos momentos de tu vida con
nosotros, están ahí, en el corazón, y estarán siempre, mientras vivamos. Un beso.
Breve descripción de Ortigosa de Cameros.
La villa es un precioso conjunto serrano, escalonado
en las laderas de un barranco que salvan dos airosos puentes. Se trata de un
cañón natural, el macizo de Encinedo, producto de un proceso cárstico, que dio
lugar a las famosas grutas. El pueblo cuenta con dos iglesias, una de ellas es
la de San Martín, construcción del siglo XVI en mampostería y piedra labrada,
que consta de dos naves cubiertas por bóveda ojival. En su interior destacan la
imagen de la Virgen del Carmen, el Cristo de las Batallas del siglo XV y San
Rafael. Dos barrios, casonas de piedra y arquitectura serrana pintoresca hacen
del pueblo uno de los más bellos de Cameros. El componente calizo de sus montes
esconde cuevas y simas, dos de ellas pueden visitarse. Se trata de la de la
Paz, en la parte superior del macizo, con un recorrido de 236 m y
espectaculares muestras de estalactitas y estalagmitas en su interior, y la de
la Viña, en el frente de la cantera del macizo, con un recorrido de 114 m
y un conjunto de impresionantes estalactitas blancas.