Despues de
una buena comida o cena en compañía de
buenos amigos surgen ideas, planes, y, también, intercambio de recetas,
por supuesto.
Y menuda
cena la que nos “apretamos” con Jesu y Amaia, amigos de hace años de Joan y
Rosa, que a su vez son amigos y vecinos nuestros.
Y esto salió
de otra cena del año pasado, una de estas cenas informales, de picoteo, con
unos tacos de quesos, unas lascas de jamón, unas ensaladas, unas quiches, y
unas botellas de vino, si, una de esas cenas en las que no quieres llenarte
demasiado y terminas con el gin tonic,
el chupito y el dulce que tienes en la nevera que no te conviene comer.
Ya lo
sentenciaron Jesu y Amaia:”-El año que
viene vamos a bajar un bonito y haremos una rica cena”.
Pues así ha
sido. Llegamos a casa de Joan y la brasa estaba en su punto, en la cocina
andaba Rosa calentando la cebolla pochada con vino, el “pollo marino”, como
llaman al bonito estofado con una salsa riquísima, que, me parece recordar
que tambien llevaba vino, unas ensaladas de lechuga y cebolla y el pan que
llevamos nosotros aún caliente, recién horneado.
La tarde que
ya se iba, magnífica, las ronchas del bonito tenían una pinta espectacular y el
Jesu, el maestro asador, controlando la situación, preparando la brasa, como
debe de ser. Joan decidió que habia que echar un brindis, a modo de aperitivo,
para empezar bien la velada.
Un xacolí
frio, con unos canapés de foie y otros de rulo con alguna mermelada fueron los
que dieron comienzo a la fiesta.
A
continuación, el bonito calentado vuelta y vuelta sobre las brasas cubierto
con la cebolla caramelizada y regado con un clarete de estos que no mojan al
pasar por la garganta pero que saben a fruta fresca.
Para rematar
aquel manjar, el “pollo marino”, fantastico, con su salsa finísima. Todo un
lujo para el disfrute de nuestros
paladares en muy buena compañía.
Y de esta
velada surgió, hablando de platos de aquí y de allá, la receta de estos
pasteles de arroz que, según nos comentó Jesu y Amaia, son un clásico de
Bilbao, su pueblo.
Porque
dicen, si, que hay crisis, nos quitan el
dinero de nuestro trabajo, nuestros ahorros ganados con esfuerzo, también
pretenden robar nuestras libertades de pensamiento, los valores como personas.
Nos crean
inseguridades e incertidumbres para poder dominarnos, movernos desde arriba con
sus hilos cada vez más gordos ( los hilos…o los de
arriba??)
Pero estos
ratos con amigos, disfrutando de cosas sencillas, simples, como una barbacoa
hecha en casa , entonando los éxitos de Georgie Dan, saboreando un buen vino y echando unas risas,
esto cuesta muy poco y nos permite tener momentos de felicidad que no nos
pueden robar (¿???).
Dicho esto y
poniendo punto y aparte, según Jesu,
estos dulces son un clásico de toda la vida de Bilbao, aunque para poder
disfrutarlos tienes que hacerlos en casa, ya que de simples que son, en las
pastelerias, a base de pretender sacarles más rendimiento, los hacen muy malos.
Y de qué se
llaman de arroz si no llevan este cereal en la mayoría de los casos?.
Bueno, pues
la historia que cuenta nuestros amigos Jesu y Amaia, es
que esta receta la trajeron marineros bilbainos desde Filipinas, donde allá, la original sí la hacian con arroz pero por motivos que se desconocen
sustituyeron éste por harina de trigo y así ha ido pasando la receta a las
generaciones posteriores.
Variantes de
estos pastelitos son las carolinas, con un acabado espectacular a base de
merengue adornado (napado) con yema y chocolate fundido y/o las tartas.
Dice Amaia
que, pese a su simplicidad, hay unas premisas fundamentales, a saber: el
relleno debe de quedar a modo de capas que, de abajo a arriba ha de ser una
primera capa tipo quesada, seguida de otra de menor consistencia tipo flan y
una final a modo de souflé, con una costra fina y tostada en la superficie.
La receta de
nuestros amigos:
125 g de
mantequilla
125 g de
azucar
1 cucharada
sopera de harina de arroz
2 cucharadas
soperas de harina de trigo
3 huevos
350 cc de
leche
Láminas de
hojaldre (1 ó 2)
PREPARACION:
Batir la
mantequilla a punto pomada con el azucar hasta obtener una consistencia
cremosa. Añadir los huevos de uno en uno mezclando bien en cada adición.
Incorporar la harina cernida para evitar grumos y finalmente la leche, que
hemos infusionado con canela en rama y corteza de limón, como el arroz con
leche.
De todo esto
resulta una crema bastante líquida con la que se rellenan los moldes forrados
con lámina de hojaldre bien fino y estirado, para que trás la cocción quede
crujiente.
Precalentado
el horno a 180º, se hornean durante unos 20 minutos, sin pasarse, (recordar que la textura de nuestros pastelitos
ha de ser cremosa y húmeda), en la parte baja de nuestro horno, y así dé tiempo a la masa a una buena cocción.
Si gusta,
una vez fuera de los moldes, puede adicionarse por encima azucar glace.
Delicatessen!!
Gracias,
Amaia y Jesu!
Bueno bueno ¿qué tenemos aquí? Se salen de la pantalla, por Dios!
ResponderEliminarQué bien os lo pasáis: txakolí, buen comienzo , y cremoso y dulce final, genial!
Pues los voy a hacer hoy mismo porque me dá mucha curiosidad, la receta es muy parecida a la que hago yo, la mía es con 125 gramos de harina y medio litro de leche, el resto, igual, ¡a ver cuál es más rica, jajá, ya te contaré!
Maritxu.
Kaixo, Toni,
ResponderEliminarlos hice ayer como te dije y sí están muy ricos pero para mi gusto llevan demasiada mantequilla en proporción a la cantidad de harina y leche.
Ah, y hay pastelerías en Bilbao que los hacen riquísimos, al César lo que es del César.. Buen día!
Maritxu.
Gracias por tu aportación!! Espero que si alguien se decide a probar la receta lea también tu comentario. De todas formas la próxima que los haga te haré caso y a ver. De nuevo gracias!
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